miércoles, 12 de noviembre de 2014

Patrón



Cinco horas de sueño. Me froto los ojos, salgo de la casa y me agacho para recoger mi ejemplar enrollado de The Washington Post de debajo de una azalea. Nunca sé dónde lo encontraré; el que lo lanza nunca va más allá de la primera base. A este paso va a tener que gastarse el sueldazo de repartidor en arreglarme todas las plantas que tanto trabajo le cuesta mantener a mi jardinero colombiano.


Vuelvo al calor del hogar mientras me cierro la bata y resoplo ligeramente. Como cada mañana, el disgusto de ver otra planta estropeada por culpa de un niño devorado por el acné me quita las ganas de leer que han fallecido 5 personas en un accidente de tráfico, o que otra estrella de la “música” actual ha muerto por sobredosis de ego. Suficientemente mal lo paso viendo al pobre Javier quejándose en español del jefe tan esclavista que tiene. No sabe que podría ser peor, también podría contratar a su esposa como chacha y amargarle también la existencia a ella a cambio de cuatro perras, pero no lo hago porque me pone nervioso su acento.

Me acerco a la cafetera y me preparo un carajillo largo de whisky para intentar aligerar el peso de mis párpados, que ahora mismo debe rondar la tonelada y media. Por suerte, es sábado y no tengo que trabajar demasiado, pero me gusta estar despierto por casa cuando Javier ronda, así me aseguro de que me insulta en voz baja y los vecinos no se enteran de que soy un “pirobo malparido”.

Me tumbo en el sofá, café con “vitaminas” en mano, cojo mi ordenador portátil y repaso mis redes sociales. Tengo un mensaje privado de la esposa de Javier, me pregunta que si me gustó el café que me regaló, también me pide que no se lo diga a su marido, que él no sabe nada, pero que ella está muy agradecida por haberle dado un trabajo tan honrado a su marido y que si necesito alguien que me limpie la casa cuente con ella. Sonrío ligeramente, me froto una vez más los ojos, ya que el carajillo aún no ha hecho efecto, y le contesto educadamente que es el mejor café que he probado nunca, y que su marido hace un trabajo estupendo arreglando los desperdicios del repartidor. Siempre ignoro sus solicitudes de trabajo para no darle una negativa, pero quizás algún día tenga más tiempo libre y le encuentre alguna utilidad.

Abro una página web de humor que siempre me alegra las mañanas, pero por desgracia hoy toca un especial de chistes de chinos. No soporto los chistes racistas.

1 comentario:

  1. Me gusta. Me gusta la forma de escribir. Este relato podría desencadenar en uno erótico. Piénsalo, xD

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