martes, 10 de octubre de 2017

Fractura (Parcial) Parte 1

   Existen una infinidad de formas de caer bajo como ser humano. Yo, personalmente, no caí bajo cuando empecé a disfrutar la cerveza de marca blanca, ni cuando el vino en bricks de cartón se convirtió en mi única opción. Ni siquiera me sentí culpable cuando empecé a escupir sangre al toser y seguí fumando. Quizás tendría que habérmelo empezado a plantear cuando pillé a mi hija de diecisiete años follando con un tío y decidí vomitarles encima deliberadamente, pero no fue así. El momento en el que me sentí como una auténtica mierda fue aquel en el que me di cuenta de que el mamarracho que había estado aprovechándose de mi pequeña no era más que una versión más joven y atractiva de mí mismo. En ese momento se rompió algo dentro de mí. A parte de mi nariz, quiero decir.

            El señorito saltó de mi cama, impregnado en bilis y restos de judías en conserva, y me estampó los nudillos en la cara a grito de “¡¿Qué cojones haces, viejo de mierda?!” Yo, obviamente, me llevé las manos a la nariz y sellé el suelo con mis nalgas.
            Jenny, para mi sorpresa, no dudó en elegir bando y me demostró que las clases de defensa personal que le pagué no fueron una pérdida de dinero y tiempo mientras inmovilizaba al sujeto y lo echaba de casa como quien arruga un papel y lo tira a la basura. Luego volvió a la habitación con un pequeño botiquín y una toalla que usó para limpiarse lo poco de vómito que le había salpicado y se agachó para curarme.
           —Agradezco la confianza que me estás demostrando como hija, pero haz el favor de vestirte, anda. Me puedo parar la hemorragia yo solito.
            —Eres gilipollas. —dijo con un tono de desprecio al que ya estaba acostumbrado. Mientras       tanto obedeció mi orden y empezó a vestirse.
            —Qué curioso, con lo plano que tenía el culo tu madre y tú pareces un melocotón con piernas.
           —¿Te parece normal decirle eso a tu hija? —soltó, mientras acababa de ponerse la camiseta, como si su sentido moral fuera más válido que el mío.
Entonces me levanté y, sin mirarla, me di la vuelta, me coloqué frente al espejo para ver cómo tenía la nariz, y a través del reflejo forcé que nuestras miradas se cruzaran. Ella sabía qué le iba a decir, incluso antes de que abriera la boca.
—Supongo que lo normal, entonces, es acostarte con un puto yonki en la cama de tu padre, ¿no? —Jennifer agachó la cabeza y se dio la vuelta para empezar a recoger las sábanas sucias.
—Lo siento. —dijo con tono de arrepentimiento.
—No, no lo sientes. No eres estúpida. ¿Qué coño querías? ¿Qué buscabas haciendo esa gilipollez? ¿Qué creías que iba a pasar cuando os encontrara? Si buscabas mi atención aquí me tienes, aprovecha. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario