jueves, 30 de noviembre de 2017

Joe, el ratón guitarrista



El ratón Joe era la estrella del rock más importante de Fierópolis y, a diferencia del resto de bandas de animales de la ciudad, él tocaba solo. No necesitaba a nadie más que a su querida guitarra para llenar todos los escenarios y conseguir que el público coreara su nombre. 

 Un día, después de un concierto, se le acercó un asno muy nervioso y le pidió que le firmara un autógrafo. Le temblaba tanto el cuerpo que casi no pudo decirle su nombre: Ringo.


Cuando el guitarrista levantó la cabeza y vio que quien le estaba pidiendo un autógrafo era un asno, apartó la mirada con desprecio y le dijo que él no firmaba a cualquiera, y mucho menos a un animal con una cresta tan desaliñada. 


Joe siguió dando conciertos, siendo una estrella, y despreciando a todos los que no le gustaban, hasta que un día, mientras tocaba en el escenario más grande de Fierópolis, volvió a ver a aquel asno entre el público. El ratón no podía entender cómo Ringo podía haber vuelto a un concierto suyo después de lo mal que le había tratado. Ni tampoco entendía por qué se acordaba del nombre de un animal tan poco importante. 


Para intentar no pensar en aquello, Joe empezó a tocar más rápido y más fuerte que nunca. Tan fuerte y tan rápido, que mientras sonaba la nota más aguda de todas, se rompió una cuerda de su pequeña guitarra, haciendo que sonara un chirrido tan molesto que llevó a todos los animales a taparse las orejas para no quedarse sordos. 


Ante tal contratiempo, el bigotudo animal se quedó paralizado, ya que no podía tocar su instrumento si le faltaba una cuerda. Al ver que su ídolo no reaccionaba, el público empezó a quejarse para que siguiera el concierto, pero Joe seguía sin moverse. La multitud se estaba poniendo nerviosa y a los pocos segundos iniciaron una lluvia de tomates y abucheos contra el guitarrista. Joe finalmente reaccionó, pero en vez de volver a tocar como querían sus fans, salió corriendo del escenario sin soltar su guitarra. 


Era la segunda vez que Ringo iba a un concierto del mejor guitarrista de Fierópolis y salía decepcionado. El asno vivía muy lejos del escenario y, como no tenía dinero para pagarse un taxi, ya que se lo había gastado todo en la entrada, no tuvo más remedio que volver a casa andando. Mientras recorría la ciudad no podía parar de pensar en lo que le había pasado a Joe: no entendía por qué se había ido corriendo en vez de pedir una pausa para cambiarle la cuerda a la guitarra. 


Mientras el asno seguía perdido en sus pensamientos, empezó a oír un ruidillo en la calle de atrás y, como la curiosidad mató al gato y no al asno, decidió ir a echar un vistazo. Cuando giró la esquina se encontró al ratón Joe sentado en un banco, llorando abrazado a su guitarra. El buen corazón de Ringo le obligó a acercarse a su ídolo, a pesar de lo mal educado que había sido con él, para intentar ayudarle.


     Hola, Joe, ¿te puedo ayudar en algo? —dijo el asno mientras se acercaba tímidamente.


     Hola, Ringo —dijo el ratón sin levantar la mirada—. No, no puedes. Mi carrera como guitarrista se ha acabado. Soy un fracaso.


Al asno le sorprendió y le alegró mucho que Joe se acordara de su nombre, así que se sentó a su lado.


—¿Por qué? —preguntó Ringo—. ¿No puedes cambiarle la cuerda a la guitarra?


—No —respondió sollozando—. Nadie me quiere vender una cuerda nueva porque he sido desagradable con todo el mundo…


Entonces, el asno, se arrancó un pelo de la crin y se lo acercó a Joe.


—Toma, creo que esto te servirá.


En cuanto lo vio, a Joe se le iluminó de nuevo la mirada y le dio un abrazo a Ringo.


Desde ese momento los dos animales se hicieron muy amigos y fueron siempre juntos. Ringo podía disfrutar de la música de su guitarrista favorito siempre que quisiera y Joe había aprendido que ser agradable y tener amigos era mejor que creerse superior a los demás.

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